La pobreza, las guerras, las pestes, la hambruna han sido siempre una condición de la vida humana en el mundo, por eso muchas de las religiones más comunes nos enseñan que “hemos venido a sufrir” y que hay una mejor vida después de morir. #TristePeroCierto
Leer historia nos dará luces de cómo vivían las personas más pobres del mundo en el siglo XVIII o XIX, en condiciones muy difíciles de imaginar hoy en día. Antes del Siglo XX más del 60% de la población mundial vivía en condiciones de extrema pobreza, aproximadamente el 20% eran pobres y sólo cerca del 20% se podía considerar “no pobre”.
Los seres humanos a lo largo de nuestra existencia, como la especie dominante del mundo, hemos luchado por sobrevivir, por eso eran tan comunes las guerras pues los reyes generaban más ingresos a medida que poseían más territorios con más personas que trabajan y tributaban para sus coronas.
La tecnología, la innovación y la capacidad de ahorrar y crear riqueza del ser humano nos llevó a un importante crecimiento económico constante pero lento desde finales del siglo XIV. Se tienen datos de que en 1940 el porcentaje de personas que vivían en extrema pobreza era del 55% (una mejora de solo 5 puntos porcentuales respecto de principios del siglo).
Hoy por hoy, las personas que viven en extrema pobreza representan menos del 10% de la población mundial, y en ningún siglo ha habido tan importantes avances en cuanto a la erradicación de la pobreza, como en el Siglo XXI, y esto se ha logrado gracias al sistema económico conocido como capitalismo.

Pobreza y desigualdad
El tema con el capitalismo es que así como ha sacado a casi toda la población mundial de la extrema pobreza también ha hecho que las desigualdades sean más evidentes que nunca.
Pero la desigualdad no es un problema sino hasta que alguien dice que es un problema.
Jacqueline Novogratz dice que la pobreza se ahonda más cuando los pobres ven esa desigualdad gigantesca como una suerte de desmotivación que los hace sentirse excluidos de la economía, de la sociedad y de la cultura. Es decir, la desigualdad en sí no es un problema, pero la pobreza se hace más pobre cuando las personas que están en esa condición se sienten totalmente indefensas, incapaces e imposibilitadas de ser parte del movimiento económico capitalista que es el único medio que les permitirá salir de su situación.
Entonces, uno de los retos más importantes y urgentes de los años que se vienen no es acortar la brecha de desigualdad sino más bien incluir a ese 10% de población más pobre en el quehacer económico mundial.
Hay que empezar a pensar en términos de cómo generar riqueza para los estratos económicos menos favorecidos, porque la riqueza se crea no se distribuye.
En Bolivia, si empezamos a pensar en “Cómo generar riqueza” en vez de “Cómo redistribuir” entonces nos daremos cuenta de que hay muchos sectores con un potencial enorme para sacar de la extrema pobreza a nuestra población más vulnerable.
Hay muchos países en el mundo que, por ejemplo, viven del turismo: Croacia, Chipre, Malta, y Jamaica son algunos ejemplos y en Latinoamérica los países donde el turismo está entre las tres fuentes de mayor ingreso para su economía son: República Dominicana, El Salvador y Perú.
En Bolivia, catalogado como un país multiétnico, pluricultural, biodiverso y con la mayor cantidad de ecosistemas y climas, el turismo representa menos del 5% de su Producto Interno Bruto.
El Estado que cree en el socialismo y en la intervención estatal creó el 2015 una empresa pública para incentivar el turismo en Bolivia: BOLTUR, que después de 6 años de pérdidas cuantiosas cierra para ser reemplazada por la Entidad Pública Descentralizada Conoce-Bolivia, otra institución pública.
En la lógica de creación de riqueza sería mejor mejorar la seguridad jurídica en el país para inversión privada, desburocratizar los trámites para las empresas, impulsar las iniciativas privadas que promueven el turismo como UNA GRAN NACIÓN, trabajar desde la diplomacia para convenios de turismo con todos los países del mundo y mejorar la infraestructura en salud y vías de acceso para que el mercado libre haga lo suyo. Eso es generar riqueza.
Al otro lado de la moneda está un estado que con nuestros impuestos crea y hace funcionar empresas que no sirven y son deficitarias, no puede siquiera evitar que los comunarios quemen propiedad privada de inversiones en turismo, no puede evitar los bloqueos de carretera de una vez por semana y no puede garantizarnos vacunas contra la pandemia.
Hay cosas básicas necesarias que todos los encargados de políticas públicas deberían entender y practicar, pero en vez de eso vemos a nuestro país cada vez más abandonado, manejado por personajes que creen que la desigualdad es el problema y que la pobreza es culpa del capitalismo.
Díganles por favor, a esos que satanizan el capitalismo que no es necesario repartir la torta, lo esencial es hacerla crecer.
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