En minería, el costo de la ineficiencia energética tiene múltiples impactos negativos en la operación, desde la huella ambiental hasta las finanzas. Investigadores brasileños revelaron que el costo del transporte en minas a cielo abierto de tamaño mediano o grande puede rondar el 32% de los costos operativos totales de una operación minera. Esto se debe al uso intensivo de equipos y vehículos pesados, como camiones y excavadoras, que consumen grandes cantidades de diésel debido al manejo de volúmenes significativos de minerales y diversos materiales.
“Las empresas mineras están empezando a considerar y evaluar en sus diseños y ampliaciones estas tecnologías bajo criterios de eficiencia energética, ahorro de costos operativos a largo plazo, sostenibilidad y responsabilidad social en la toma de decisiones”, afirma Vanessa Moreno, country mánager de Schneider Electric para Bolivia y Perú.
Esto se vuelve crucial en un país en el que se importa el 86% del diésel, principal fuente de energía de las operaciones mineras. El Balance Energético Nacional 2018-2022, del Ministerio de Hidrocarburos y Energías, revela que en Bolivia el 75,82% de la energía que se consume en el macrosector Agropecuario, Pesca y Minería proviene del diésel y el 24,18% de la electricidad.
Es importante señalar que en 2023 una de las operaciones mineras más grandes del país, Minera San Cristóbal, presentaba en su Reporte de Sostenibilidad que su consumo fue del 45,78% de electricidad y 0,72% de gasolina, siendo un aspecto positivo, caso contrario ocurre en proyectos mineros que no innovan, que no implementan nuevas tecnologías y que no están comprometidas con la sostenibilidad y las prácticas empresariales responsables donde el consumo de diésel puede llegar al 100%.
Para revertir esta situación, se presentan soluciones de digitalización y automatización para segmentos intensivos en uso de energía. El software Aveva, por ejemplo, gestiona y optimiza los contratos de energía de estas empresas con mayor contenido renovable, ayuda a diagnosticar y elaborar sus hojas de ruta de sostenibilidad y provee nuevas soluciones innovadoras libres del peligroso gas artificial SF6 (utilizado en equipos eléctricos de alta tensión) para las subestaciones eléctricas de esta y otras industrias, detalla Moreno.
Respecto a las soluciones basadas en inteligencia artificial destaca el Ecostruxure Microgrid Advisor, este software gestiona igualmente la huella energética y de sostenibilidad, conecta los recursos energéticos distribuidos, y pronostica y optimiza automáticamente cómo y cuándo consumir, producir y almacenar energía. Su algoritmo analiza constantemente datos y tendencias de demanda, para gestionar y optimizar el uso de generadores de energía, estaciones de carga de vehículos eléctricos, baterías, generadores de respaldo, sistemas HVAC (de climatización y ventilación), sistemas de iluminación, sistemas de alimentación ininterrumpida, calor y energía combinados, y disponibilidad y costos de los servicios públicos.
La desafiante tarea de reducir las emisiones de CO2, del diésel, ser más eficientes en el uso de la energía y la mejor gestión del agua están ligadas directamente con la optimización de los procesos productivos. La tecnología y digitalización actúan como facilitadores para lograr un mejor uso de esos valiosos recursos.
“Hace solo tres o cuatro años, muchas compañías consideraban que la migración hacia procesos más digitales y automatizados era un desafío lejano. Sin embargo, tras el paso de la pandemia y la normalización de una cultura más digital en la industria, el nuevo desafío se encuentra en adopción: reducir costos operativos, la atracción de talentos que entiendan esta alfabetización digital y que promuevan la adopción de sistemas avanzados en analítica”, sostiene Moreno.
A este proceso ayudarán las soluciones y servicios de Schneider Electric presentes en esta región, que se orientan a la gestión de la energía eléctrica, automatización industrial y la tecnología de software. La empresa, líder en la transformación digital de la gestión de la energía y la automatización, hace un llamado a los responsables de la toma de decisiones energéticas para que den prioridad a las actualizaciones digitales con el fin de aprovechar el potencial de las redes del futuro sostenibles, resistentes, eficientes y flexibles.
Al momento, el 92% de las fuentes de energía primaria de la matriz energética bolivianas dependen del gas natural, y el petróleo. Y ante la disminución de las reservas de hidrocarburos, el aumento de las importaciones de diésel y la escasez de divisas se hace imprescindible la búsqueda de fuentes alternativas de energía que ayuden a afrontar el crecimiento de la demanda nacional y los objetivos de exportación de electricidad hacia los países vecinos.
Así, una transición energética justa, impulsada por la eficiencia energética y facilitada por la digitalización y la electrificación, puede acelerar significativamente la descarbonización, abordar la crisis energética, reducir los costos y aumentar la seguridad del suministro.
Esta transformación “no solo conlleva a industrias más amigables con el medio ambiente, sino que también ofrece oportunidades para un futuro más sostenible, resiliente y próspero en muchos aspectos”, destaca Moreno.
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